Nací en Irupana, un rincón apacible del departamento de La Paz, en mayo de 1826. Entre quebradas, cielos diáfanos y el susurro constante de la naturaleza, despertó en mí una pregunta que jamás me abandonó: ¿cómo funciona este mundo?
Desde joven, sentí una pasión profunda por desentrañar los misterios del tiempo, del movimiento, de las piedras y de las estrellas. No me bastaba observar —quería comprender. Así, me convertí en investigador, en científico, y más adelante, en escritor y político, porque entendí que el saber también debe servir a la sociedad.
Mis obras, como Conocimiento del tiempo (1880) y El calculador náutico (1888), nacieron del deseo de que otros pudieran navegar por las yeguas del conocimiento sin naufragar. También escribí Curso de física en 1852, cuando enseñar ciencia en Bolivia aún era un reto mayúsculo, y La meseta de los Andes (1890), un tributo a la tierra que me enseñó a observar.
Me interné en la geología, la física, la astronomía... pero más allá de las ciencias exactas, siempre creí en la curiosidad como brújula del alma .
Viví y trabajé en tiempos de cambio, de búsqueda y de construcción nacional. Fallecí en La Paz el 18 de marzo de 1897, dejando mis libros como señales de un viaje que no terminó conmigo. Porque cada lector, cada estudiante, cada soñador que se detiene a mirar el cielo, continúa esta travesía.
Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy
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