BLANCA ELENA PAZ

 


Nací en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en 1953, y si algo me ha acompañado toda la vida es la necesidad de contar, de escribir, de transformar lo cotidiano en palabras. Me defino principalmente como narradora, aunque también he escrito poesía, ensayo y artículos científicos. Me gusta pensar que escribo desde distintos registros, como quien pulsa las cuerdas de un mismo instrumento buscando distintos matices.

Mi formación inicial no fue en literatura. Me gradué como médica veterinaria zootecnista y luego hice un posgrado en Educación Superior. He ejercido la docencia universitaria, y quizás fue allí, entre estudiantes y libros, donde empecé a comprender que educar y narrar no son tan distintos: ambas cosas requieren cuidado, escucha y una enorme fe en el futuro.

Uno de los roles que más me marcaron fue ser Directora Ejecutiva de la Casa Municipal de Cultura “Raúl Otero Reiche” en mi ciudad natal. Fue un espacio donde el arte y la comunidad se cruzaban de manera viva. También tuve el honor de representar a Bolivia en escenarios internacionales: en la Feria Internacional del Libro de Miami, y en el Segundo Congreso del Foro Interamericano de Coeducación y Cultura de Paz en Santiago de Chile. En ambos encuentros sentí que llevaba conmigo una parte de nuestra tierra y de nuestra palabra.

Me han otorgado premios y reconocimientos que recibí con humildad y gratitud, pero que, más allá del diploma o la medalla, me recordaron que lo que hacemos con amor y constancia siempre deja huella. Entre ellos, los Juegos Florales Universitarios de 1985, el Concurso de Literatura Juvenil del 86, o el reconocimiento cultural de la Asociación de Mujeres Universitarias Profesionales.

Mis libros Teorema (1995) y Onir (2002) son parte de mi universo narrativo más íntimo, aunque también compartí páginas con otros autores en publicaciones nacionales e internacionales. Desde Medusa de fuego hasta The Fat Man from La Paz, mis cuentos han cruzado fronteras y lenguas. Me emociona saber que, en algún rincón del mundo, alguien está leyendo una historia mía y encontrando en ella una chispa de identificación o sorpresa.

Me gusta pensar que las historias que escribimos son como ventanas abiertas: uno nunca sabe quién se asomará por ellas.


Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy

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