Estudié Derecho en la Gabriel René
Moreno, pero nunca ejercí como abogado de toga. Mi vocación real era otra:
contar lo que otros preferían ocultar. Comencé escribiendo literatura erótica,
porque el cuerpo también tiene sus verdades, y después, pasé a las
investigaciones periodísticas, donde las verdades ya no se susurran: se gritan.
He estado en radio, televisión, papel...
y ahora, desde Argentina, sigo hablando. No porque me guste el eco de mi voz,
sino porque hay cosas que deben decirse aunque molesten. Especialmente si
molestan.
En un país como Bolivia, donde la
política a veces se disfraza de moral y el poder se vende como sacrificio, ser
periodista es caminar descalzo sobre brasas. Y aún así, vale la pena. Siempre.
Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy
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