CARLOS VALVERDE BRAVO


 Yo aprendí a leer y escribir en el exilio. No en una escuela cualquiera, sino en una vida marcada por el desarraigo. Mi viejo, Carlos Valverde Barbery, no podía quedarse callado y pagamos el precio. Así crecí: con la conciencia de que decir lo que uno piensa tiene consecuencias. Pero también que callarse cuesta mucho más.

Estudié Derecho en la Gabriel René Moreno, pero nunca ejercí como abogado de toga. Mi vocación real era otra: contar lo que otros preferían ocultar. Comencé escribiendo literatura erótica, porque el cuerpo también tiene sus verdades, y después, pasé a las investigaciones periodísticas, donde las verdades ya no se susurran: se gritan.

He estado en radio, televisión, papel... y ahora, desde Argentina, sigo hablando. No porque me guste el eco de mi voz, sino porque hay cosas que deben decirse aunque molesten. Especialmente si molestan.

En un país como Bolivia, donde la política a veces se disfraza de moral y el poder se vende como sacrificio, ser periodista es caminar descalzo sobre brasas. Y aún así, vale la pena. Siempre.

¿Charlamos un rato?

Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy


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