Soy Fernando Untoja Choque.
Nací el 30 de marzo de 1950 , en Huayllamarca , un rincón profundo del altiplano orureño. De sangre aimara y herencia minera, mi vida se forjó entre la dureza del trabajo, la dignidad ancestral y el fuego de las ideas. Mi padre trabajó en la mina San José, y desde joven supe que la historia de Bolivia debía reescribirse desde sus raíces más profundas.
A los 20 años , ya estaba en la lucha sindical en Huanuni y San José . Fueron años duros. En 1973 , la dictadura metió en Chonchocoro . Tres años preso por pensar diferente. En 1976 , me exiliaron a Francia . No me quebraron, me fortalecieron. Allí estudié Economía , Ciencias Políticas , Filosofía y Literatura en la Universidad de París X Nanterre . Aprendí con los libros lo que ya conoció en el alma: que Bolivia necesitaba una revolución cultural desde su esencia indígena.
A mi regreso en 1986 , comencé a enseñar. Fui docente en la UMSA , en la UTO , en la EMI , y también investigadora. Pero mi verdadero proyecto político e intelectual siempre fue uno: el retorno al ayllu . Es decir, el regreso al modelo comunitario indígena, donde no hay explotación ni desigualdad, donde el poder nace del consenso, no de la imposición.
En 1993 , fundó el Movimiento Katarista Nacional y me presentó como candidato a la presidencia. No ganamos, pero plantamos una semilla. Luego fui concejal , y en 1997 , diputado nacional . Sí, apoyé gobiernos, debatí con la élite política, pero nunca dejé de pensar en clave de nación originaria.
Escribí el libro El regreso al ayllu , porque creo que sin nuestras estructuras comunitarias, no hay proyecto de país real . El liberalismo económico me interesa en tanto no destruir nuestras bases comunales; y el katarismo no es un adorno electoral: es una rebelión intelectual y espiritual.
He fundado partidos, fui parte de la Asamblea Constituyente, participé en alianzas políticas, incluso fui candidato a vicepresidente en 2019. Nunca me he rendido. Si algo aprendí en Europa es que el conocimiento occidental puede ser útil, pero jamás debe reemplazar al conocimiento originario .
No creo en partidos sin raíces. No creo en discursos sin territorio. Y sobre todo, no creo en un futuro sin memoria .
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