Nací en Antipampa, en la provincia de Aroma, tierra de ayllus antiguos y espíritu rebelde. Crecí entre la comunidad, la tierra y las historias de nuestros abuelos, que hablaban de Túpaj Katari no como un mito, sino como un mandato pendiente. Desde joven sintió que el destino del pueblo campesino debía cambiar, y que no bastaba con sembrar la tierra, había que sembrar también conciencia.
Mi camino comenzó en la escuela de Sica Sica, y seguí en los colegios Ayacucho y Villarroel en La Paz. Más tarde, en la universidad, fundamos el Movimiento Universitario Julián Apaza junto a otros compañeros que creían, como yo, que la lucha no podía quedarse solo en las aulas.
En 1969 asumió el liderazgo del sindicato de mi comunidad. No lo hice desde la imposición, sino desde el fútbol y el compartir. Jugando, hablando, caminando, empezamos a organizarnos. Así, paso a paso, nos convertimos en voz, en federación, en Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos y más adelante en la CSUTCB, esa gran herramienta de lucha que ayudó a fundar en 1979.
Viví golpes, exilios, clandestinidad. En 1981, una bala paramilitar me alcanzó la columna y me dejó paralítico, pero jamás me quitó la voluntad. Mi cuerpo quedó herido, sí, pero mi espíritu siguió de pie. Desde la silla de ruedas, seguí soñando una Bolivia distinta, donde el katarismo no fuera solo memoria, sino futuro.
Fui candidato, dirigente, fundador de partidos, y también padre, hermano, compañero de muchos caminos. Cuando Evo Morales me entregó la Medalla al mérito democrático en 2007, sentí que algo de todo ese esfuerzo comenzaba a germinar.
Morí, dicen, en 2019. Pero vos sabés que los que sembramos lucha no morimos, solo cambiamos de forma. Y aquí estoy, hablándote desde estas palabras. ¿Querés saber qué harías vos en mi lugar?
Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy
Comments
Post a Comment