Me gradué en 1901 con una tesis sobre la
tuberculosis en Sucre. Fui médico en minas como Llallagua y más tarde en el
infierno verde del Acre, donde la guerra con Brasil me encontró atendiendo a
soldados y siringueros. Allí también nació mi impulso literario: escribí Páginas bárbaras y El toque de silencio, recogiendo la crudeza de esa vida.
En 1902, la tragedia me golpeó: mi madre
fue asesinada por indígenas de Yanani. Esa herida me marcó y empujó hacia la
guerra. Pero no me convertí en soldado por gloria, sino por desesperación.
Volví a Llallagua en 1905. Pude elegir
otro destino, pero regresé al polvo y al sufrimiento de los mineros. Allí me
quedé diez años, luchando desde la medicina y la palabra. Viajé a Chile,
Francia, Alemania, Inglaterra. Aprendí lo que pude para traerlo de vuelta a
Bolivia.
En 1911 publiqué En las tierras del Potosí. Era mi grito literario, mi retrato de la
miseria minera. No fue el único. También escribí Los estudiantes, El desertor,
Los héroes anónimos, entre otros.
Quería mostrar al país tal como era, sin máscaras.
Fui profesor universitario, enseñé
patología, psiquiatría y medicina legal. Escribí ensayos como El trípode psíquico y Estudios Psiquiátricos. Pero mi lucha
más persistente fue por los niños y los obreros. Desde artículos en revistas
hasta proyectos de ley, nunca dejé de denunciar su abandono.
Fundé periódicos como Nuevas Rutas y La República. Usé el periodismo como arma para pensar el país.
Planteé una visión de Bolivia orientada al Atlántico, no al Pacífico. Hablé de
integración territorial, de la geografía como clave de nuestra identidad.
Escribí El factor geográfico en la
nacionalidad boliviana, El Mar del
Sur, La Ruta Atlántica, El Macizo Boliviano… porque sabía que
sin entender nuestra tierra, no entenderíamos nuestro destino.
También escribí historia: La Universidad de Charcas y la idea
revolucionaria, La creación de una
nacionalidad, Ayacucho y el Alto Perú.
Siempre quise unir el pasado con el porvenir.
En 1930, la universidad me nombró rector.
Más tarde, el pueblo me eligió senador. Llevé mis ideas al Parlamento,
intentando convertirlas en leyes, aunque sabía que la política rara vez escucha
al pensamiento.
Cuando estalló la guerra con Paraguay, me
opuse. Fui una de las pocas voces que advirtió que no estábamos preparados. No
por cobardía, sino por lucidez. Aun así, fui al frente. A mis 58 años, dirigí
hospitales en el Chaco. Seguí escribiendo, observando, denunciando.
En mis últimos años, publiqué El lago enigmático y Voces de antaño. En 1938, escribí sobre
la hipocondría para unas jornadas neuropsiquiátricas. Fue lo último que dicté.
Morí en enero de 1939, sin dejar de escribir, sin dejar de creer que Bolivia
podía y debía ser otra.
Fui médico, escritor, periodista,
historiador. Pero, por encima de todo, fui un boliviano con conciencia. Y eso,
a veces, es más difícil que cualquier título.
Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy
Comments
Post a Comment