Me llamo Jorge Siles Salinas, nació en La Paz un 28 de octubre de 1926, en el seno de una familia marcada por la historia. Mi padre, Hernando Siles Reyes, fue presidente de Bolivia, y esa herencia me enseñó temprano que la vida pública puede ser tan frágil como poderosa. El exilio de mi infancia en el Perú me dejó cicatrices silenciosas, pero también una profunda curiosidad por el devenir de los pueblos. Desde entonces supe que quería entender la historia no solo como un relato, sino como una brújula.
Me formé como abogado en la Universidad Mayor de San Andrés, y más tarde complementé mis estudios en España. Sin embargo, fue en las aulas y en los libros donde encontré mi verdadero lugar. Enseñé en Bolivia, Chile y El Salvador, y aprendí tanto de mis alumnos como de los textos que analizábamos. Fui parte de la Falange Socialista Boliviana, en tiempos donde pensar distinto costaba el exilio. En esos años duros, escribí La aventura y el orden y Lecciones de una Revolución , donde dejé plasmada mi crítica a los excesos de poder, incluso cuando venían de la revolución.
A lo largo de mi vida, la historia de Bolivia fue mi obsesión, especialmente la independencia y la herida aún abierta del mar perdido. En 1986, el gobierno me confió una de las tareas más difíciles de mi carrera: representar a Bolivia en Santiago de Chile para reabrir el diálogo marítimo. Fue una labor diplomática compleja, llena de obstáculos, silencios, esperanzas y desencuentros. La propuesta que elaboramos generó debate, y aunque no prosperó, nos permitió ver con mayor claridad los límites —y las posibilidades— del entendimiento entre dos naciones marcadas por la desconfianza.
También dediqué mi vida al pensamiento filosófico, al periodismo, ya la defensa de la universidad pública como espacio de reflexión y servicio. Fui rector de la Universidad Mayor de San Andrés y catedrático en la Universidad Católica Boliviana, donde traté siempre de fomentar el espíritu crítico y la pasión por el bien común.
En el año 2003, recibió el Premio Nacional de Cultura. Fue un reconocimiento que me honró, pero también me recordó que lo más valioso que deja uno es la coherencia entre sus ideas y su vida.
Escribí sobre historia, filosofía, política, y hasta sobre la ciudad de La Paz, a la que amé con mirada de caminante y de lector. De todo lo que hice, lo más importante fue intentar —con humildad— comprender a Bolivia, sus luces, sus sombras y su profundo anhelo de justicia.
Y ahora, te pregunto a vos, lector, pensador, soñador…
Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy
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