JOSE ANTONIO ARZE


 Nací en la hermosa Cochabamba, un trece de enero de 1904. José Antonio Arze y Arze de nombre, aunque algunos me conocieron mejor bajo el seudónimo de León Martel, cuando mis ideas jóvenes buscaban cauce en las páginas de la revista Arte y Trabajo del anarquista Capriles. Desde muy temprano, la injusticia me punzó. A mis diecisiete años, ya estaba fundando la Universidad Obrera de Cochabamba, un semillero de esas ideas socialistas que me encendían el alma.

Mi sed de conocimiento me llevó a las leyes en la Universidad Mayor de San Simón, donde me gradué en 1925. Pero la pluma no se detuvo en los códigos; la literatura también me llamaba, y El Paladín fue mi efímera pero querida revista. El municipio de mi Cochabamba natal reconoció mi temprana labor educativa con un viaje a Argentina, Uruguay y Chile, buscando aprender de sus escuelas populares.

La Revolución Rusa, la URSS… un faro potente para mi generación. Acepté con fervor la visión de Stalin, su periodización de la revolución. Mis ojos siempre buscaron la guía de las publicaciones soviéticas oficiales. Mi prestigio entre los estudiantes me valió la invitación del presidente Siles a la comisión de reforma universitaria en 1927, e incluso un breve paso por la Subsecretaría de Fomento. Para 1929, ya era profesor titular de Sociología en La Paz, un joven intelectual con la misión de popularizar el marxismo en Bolivia, una tarea que abrazaría con pasión toda mi vida.

Junto a mi primo Ricardo Anaya Arze, impulsamos el Primer Congreso Nacional Estudiantil en 1928, donde nació la Federación Universitaria de Bolivia (FUB), y fui honrado con su primera presidencia. La declaración de principios que redactamos juntos fue un primer intento, quizás torpe pero sincero, de interpretar la realidad boliviana a través del lente del marxismo.

En 1929, mis seguidores y yo nos unimos al pequeño Partido Comunista de Bolivia (PCB), y pronto asumí el liderazgo, buscando el reconocimiento de la todopoderosa Internacional Comunista (IC). Mi visión se expandía: propuse transformar las organizaciones comunistas andinas en la Confederación de las Repúblicas Obreras del Pacífico (CROP), un partido trifederal que uniera a Bolivia, Chile y Perú. Escribí con fervor el Estatuto y Programa, que el PCB aprobó con entusiasmo. Viajé a Montevideo, presenté los documentos a los representantes de la IC… y recibí un baldazo de agua fría. Fui tildado de "aprista" y mi proyecto rechazado. A mi regreso, un agente de la IC orquestó mi expulsión y la de mi grupo del PCB.

La Guerra del Chaco, esa contienda fratricida, me encontró con una postura derrotista, lo que me obligó a huir del país en 1932. En Perú, intenté sin éxito contactar nuevamente a la IC, buscando una rehabilitación que nunca llegó.

Pude regresar a Bolivia en 1936, tras el golpe militar-socialista. Fui invitado como asesor jurídico del nuevo Ministerio de Trabajo. Allí propuse una idea audaz, un órgano estatal que recordaba a los soviets: las Asambleas Nacionales Permanentes de las Organizaciones Sindicales (ANPOS), que imaginaba reemplazando gradualmente al parlamento tradicional. Pero mi visión no encajaba con los militares. En septiembre de 1936, fui declarado fuera de la ley, buscando asilo en la embajada mexicana y luego deportado a Chile, donde permanecí hasta que el régimen militar-socialista cayó en 1940.

En Chile, viendo el ejemplo del socialismo chileno, decidí forjar mi propio partido marxista, sin la bendición de la IC. El giro de la Komintern hacia la política de Frente Popular me impulsó a crear en Bolivia un partido marxista amplio, de masas, que llevara adelante las consignas del Frente Popular. Así nació, en abril de 1939, el Frente de la Izquierda Boliviana, una unión de toda la izquierda marxista. De vuelta en Bolivia, convoqué en Oruro el Congreso de las Izquierdas, y el 26 de julio de 1940, vio la luz el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR). En las elecciones de ese mismo año, fui candidato a la presidencia por el PIR, obteniendo un nada despreciable segundo lugar, con casi el 15% de los votos.

Ese mismo año, fundé el Instituto de Sociología Boliviana, un centro para difundir el marxismo. Desde 1941, edité la Revista del Instituto de Sociología Boliviana, la primera revista sociológica de nuestro país, dedicada principalmente a la divulgación de nuestras ideas.

Fui un soñador, quizás un utopista. Llegué a proyectar una novela futurista sobre un mundo convertido en una gran comunidad soviética llamada Panlandia, con una capital que bauticé Melsurbo, un acrónimo de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Incluso planeé traducirla al esperanto, esa lengua artificial que imaginaba como el idioma de la humanidad futura. También me interesó la eugenesia, ideas de mi tiempo.

En abril de 1941, fui invitado a dar conferencias en Estados Unidos, donde permanecí dos años. A mi regreso en 1944, el gobierno pro-nazi de Villarroel me persiguió. Fui víctima de un atentado ese mismo año, recibiendo dos disparos en la espalda. Sobreviví a una operación en el extranjero, pero las secuelas fueron la causa de mi muerte prematura en 1955, a los cincuenta y un años.

En 1946, participé en la sublevación popular contra Villarroel, aliándome con partidos de derecha, supuestamente antifascistas, siguiendo la táctica browderiana de alianzas con la burguesía nacional. En 1949, fui presidente de la Cámara de Diputados. En las elecciones de 1951, volví a ser candidato presidencial por el PIR, pero los resultados fueron pobres. La alianza con la derecha oligárquica había desprestigiado al partido, sellando su destino político. Tras la Revolución Nacional de 1952, disolví el PIR. Formé parte de la Comisión de Reforma de la Educación. Morí en mi querida Cochabamba el 23 de agosto de 1955. Mi vida fue una búsqueda constante, un intento apasionado de transformar la realidad boliviana a través de las ideas que creía justas.


¿Charlamos un rato?

Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy

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