LYDIA PARADA DE BROWN


 Soy Lydia Parada de Brown. Nací en Trinidad, en el hermoso departamento del Beni, Bolivia, allá por el año 1921, cuando el mundo todavía tenía más preguntas que respuestas, y yo misma andaba predestinada a buscar esas respuestas entre palabras, silencios y libros. Me formé como profesora de filosofía y letras en la Normal de Sucre, una ciudad que huele a historia y saber. Con los años, mis pasos me llevaron más lejos: obtuve un máster en literatura hispanoamericana en la Universidad George Washington, en Estados Unidos, país donde resido desde 1962. Pero no importa cuántas fronteras cruce: la selva, los cielos y la gente de mi tierra oriental siempre están conmigo.

Soy poeta, novelista, cuentista, profesora, madre, abuela... y, por si fuera poco, también fui cantante de tangos y recitadora. ¿Quién dijo que una vida no puede contener muchas? Las mías están escritas en mis libros, sí, pero también en esas veladas artísticas que preparábamos con tanto amor en mi juventud, cuando el arte era no solo un refugio, sino una forma de celebrar la vida.

Una de mis novelas más entrañables es Noche de luciérnagas. ¿Sabes a quién está dedicada? A mi nieta, Ana Carol. Cuando tenía apenas tres años me inundaba de preguntas sobre la Navidad y el Niño Dios. ¡Quería verlo, tocarlo! Su inocencia me conmovía, y su inteligencia, aún más. No podía entender cómo alguien tan especial había nacido rodeado de animales. Así nació esa novela: recorriendo con la memoria los paisajes de mi infancia, mis juegos, y las historias que alguna vez soñé y viví.

En Los anónimos, mi tercera novela, vuelco mi alma para hablar de esos pequeños gigantes que son los niños. La crítica Anamaría Gamarra dijo que la historia está llena de situaciones donde esos seres, "pequeños en apariencia", enfrentan una vida dura, a veces injusta, pero siempre con una valentía desbordante. Es una obra dedicada a ellos, que son el futuro aunque muchas veces se les niegue el presente.

Mi poesía nace de la emoción más pura. He dicho alguna vez —y lo sostengo— que uno puede expresar todo lo que siente en apenas cuatro líneas. Cuando algo me conmueve, sea una alegría o una tristeza, lo convierto en poema, y entonces quedo feliz. Feliz de haber grabado mis sentimientos con palabras que se aferran al papel como si fueran mariposas.

Escribí también sobre la mujer boliviana, porque creo que nadie tiene derecho a disminuir su grandeza con palabras groseras. Si en su vientre se forma el ser humano, entonces merece respeto, alabanza, y sobre todo, poesía. Le pido a mi pueblo que no se olvide de ella, que los poetas y escritores vuelvan a cantarle loas, como se hacía antes. Porque ella ha sido siempre musa y medicina.

Mis libros son muchos, porque también lo son mis vidas. Algunos de mis títulos más queridos son:

     Novela: Un cuarto de siglo (1991), Noche de luciérnagas (1993), Los anónimos (1995).

     Poesía: Recuerdos (1988), Horas preferidas (1997), Sinfonía amazónica e intimidades (2004).

     Cuento: Pasajes nocturnos (1979), Veintidós y un juez (1989), Vivencias por María (2000).

     Memorias: Mis memorias (sin fecha), Peregrinación poética (2002).

     Ensayo: El problema del indio en la sensibilidad lírica de Rosario Castellanos (2001).

¿Un dato curioso? En mis años mozos, además de escribir, me gané muchos aplausos cantando tangos. Y sí, sé entonar uno que otro aún hoy, si me lo piden con cariño.

He vivido más de un siglo, y aún me emociona un buen poema, una pregunta honesta de un niño o el olor a tierra mojada del Beni. He amado mucho, he escrito más, y siempre he creído en el poder transformador de la palabra.



¿Charlamos un rato?

Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy

Comments

Post a Comment