MANFREDO KEMPFF MERCADO

 


Yo soy Manfredo Kempff Mercado.
 Nací el 8 de enero de 1922 en Santa Cruz de la Sierra, en el seno de una familia que valoraba el conocimiento, el trabajo y el compromiso con el país. Mi padre, Francisco Kempff, era un médico alemán; mi madre, Luisa Mercado, una mujer cruceña de carácter fuerte y entrañable ternura. Fui uno de cinco hermanos, todos unidos por el amor a Bolivia. Enrique, mi hermano mayor, se convirtió en uno de los escritores más importantes del país. Noel, el menor, un biólogo excepcional cuya trágica muerte a manos del narcotráfico estremeció la conciencia nacional.

Mi formación académica comenzó en el Colegio Nacional Florida, donde obtuve el bachillerato. A los 22 años, ya era abogado por la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Defendí mi tesis —El fenómeno económico en la evolución nacional— con entusiasmo, aunque debo confesar que el Derecho nunca fue mi verdadera vocación. Lo mío era la docencia y el pensamiento.

Desde joven enseñé filosofía en secundaria y, más adelante, en universidades. En 1946 me trasladé a La Paz, donde me vinculé con la recién creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Mayor de San Andrés. Fui profesor entre 1946 y 1953, llegando a ocupar la vicedecanatura. Años después, mi cátedra me llevó más allá de las fronteras: enseñé en Chile, Venezuela y Brasil, y tuve el privilegio de dar un curso sobre la historia de las ideas en América Latina en la Universidad de São Paulo.

La enseñanza fue mi forma de servir y construir. Pero también escribí. En 1958 publiqué Historia de la filosofía en Latinoamérica, el primer libro con ese título. No fue solo una novedad editorial, sino una invitación a pensarnos desde nuestras propias raíces. Luego vinieron Introducción a la antropología filosófica, ¿Cuándo valen los valores?, Filosofía del amor… Obras que intentaron pensar lo humano desde la experiencia latinoamericana.

Fui también columnista. Escribí para Presencia, El Comercio y El Mercurio, siempre intentando aportar reflexión, sin caer en el insulto ni la ligereza. Defendí ideas con firmeza, incluso cuando debatí con figuras como José Antonio Arze, en una polémica que muchos recuerdan aún hoy por su nivel intelectual. Nunca temí pensar distinto, ni defender mis convicciones.

Me gustaba escribir claro. Siempre creí que la cortesía del filósofo está en su lenguaje, como decía Ortega y Gasset. Esa claridad me llevó a integrar la Academia Boliviana de la Lengua desde 1969, y a ser miembro correspondiente de la Real Academia Española.

Participé en congresos internacionales, conocí a pensadores admirables como Francisco Romero, Leopoldo Zea y Francisco Miró Quesada. Mantuve vínculos profundos con figuras bolivianas como Roberto Prudencio y Guillermo Francovich, quien incluso me citó con aprecio en sus libros.

Mis ideas trascendieron. Se me estudió, se me citó, se me discutió. Aparezco en diccionarios, tesis, libros de historia y filosofía en varios idiomas. Mi obra fue recopilada en 2004 en un volumen de Obras Completas, gracias al esfuerzo de Marcelino Pérez Fernández, quien supo comprender mi pensamiento con fidelidad y respeto.

Fallecí el 12 de noviembre de 1974. Me fui tranquilo, sabiendo que dejaba palabras, ideas, preguntas y caminos abiertos. Lo que más deseé fue contribuir a una Bolivia más pensante, más justa, más humana.




Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy

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