ANA BARBA


 Nací en Santa Cruz de la Sierra, en el año 1795, en tiempos de convulsión y esperanza. Me llamo Ana Barba, aunque algunos me conocieron como La Zarca. Fui testigo y protagonista de una época en que las mujeres no teníamos voz en los libros de historia, pero sí teníamos coraje, amor por la patria y una profunda lealtad a los nuestros.

Mi esposo fue Francisco Rivero, y nuestro padrino de matrimonio nada menos que el gran Ignacio Warnes, ese valiente que soñó con una Santa Cruz libre. Lo vi luchar como un titán por esta tierra, y también lo lloré cuando cayó en la batalla de El Pari, asesinado de forma brutal, con su cuerpo profanado y su cabeza exhibida en la plaza como si así pudieran silenciar el ideal de libertad.

Cuando vi aquel acto, el corazón se me quebró. Le dije a mi esposo: “Si no traes la cabeza de mi padrino, no vuelvas a casa”. No era solo un acto de desafío; era un pacto de honor. Y él cumplió. Con ayuda de otros valientes, recuperó la cabeza de Warnes, y yo, con mis propias manos, la envolví en un lienzo y la enterré debajo de mi cama. “Descansa aquí, mi querido padrino, mientras la patria se libere”, susurré con lágrimas y firmeza.

Pagamos caro ese gesto. Nuestra casa fue incendiada varias veces por las tropas realistas, pero jamás revelé el secreto. Esperé nueve años, hasta que la independencia se logró, y entonces, con el corazón aliviado, revelé el lugar donde reposaban sus restos.

Hoy me recuerdan como amante de la patria. A veces me pregunto si lo que hice fue demasiado… o si fue apenas lo justo.


Romiari reta/ Parlasiñani/ Parlakuy

Comments

  1. El relato de Ana Barba aporta una valiosa perspectiva femenina a la historia de la independencia.

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  2. Hoy en día la recuerdan a Ana barba como amante de la patria

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